Después de pasar una
navidad sin apenas protocolos, sin celebrar por ejemplo la cena de
nochebuena, necesitaba hacer algo nuevo al día siguiente. Era el día
del nacimiento y de alguna manera tenía que renacer, por eso salí
con el coche dirección al mar.
Normalmente voy a
Macenas, llego hasta el castillo y aparco por allí, pero esta vez
decidí salirme de la carretera al final del último hotel de la
playa de Mójacar, antes de entrar en la sierra, y continuar
caminando por una vereda, entre las rocas y el mar, pasando al lado
de una escultura de piedra natural, muy sugerente, llamada “
Nazareno”.
De este modo llegué a la
misma playa de Macenas, ahora con el castillo a lo lejos. La hora
seguía siendo buena y el sol calentaba. El mar estaba en calma, me
mojé los pies, y luego me dije, por qué no me meto y celebro el
solsticio de invierno de una manera insólita para mí.
Dicho y hecho. Había
culminado un año con el renacimiento de otro inmersa en el mar,
rodeada del cielo y de la tierra.
Por la noche volví a ver
“La librería”, y me acosté contenta. Cada día me gusta más
esta película de Isabel Coixet: ese personaje recluido en su
morada, dedicado a la lectura más exquisita, y capaz de desarrollar
la suficiente sensibilidad como para morir de amor y luchar contra la
injusticia, sobre todo a partir del encuentro casual con la joven
librera, al borde del mar, en medio de una belleza brutal y
fascinante del paisaje. Se puede decir que ambos representan el
respeto y la armonía entre dos seres humanos que buscan la plenitud
de sus vidas.
Muy pronto llegó la
nochevieja y descubrí al azar “Qué felicidad la mía”, de María
Jiménez y Miguel Poveda, “al estar contigo y amarte con rabia”,
“sensación lo que siento dentro de mi corazón”, “y ahora ya
mi mundo es otro”. Me enganché de tal forma a esta grabación que
la convertí en mi tarjeta de felicitación para el año nuevo, y no
paraba de ponerla.
Qué alegría, María,
escucharte con esa fuerza después de pasar tres meses muerta, como
tú dices. Eso sí que es una verdadera resurrección.
Con esa euforia, y por
curiosidad, llegué a leer el estado que Carmen Lorenzo, una autora
de novela negra, puso en wasap, y me quedé pillada con el texto
titulado “El alma en los labios”. Lo envié a varios de mis
contactos como regalo de reyes, incluso se lo leí por teléfono a
una sobrina mía:
“Si te quiere, te
busca. Si te busca, le importas. Si es que le importas, te cuida. Y
si te cuida, te quiere.
Basta de subestimar lo
que sientes, basta de justificar a quienes no te tratan como
mereces”.
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