miércoles, 5 de marzo de 2025

La siesta y el vino

 Bebí dos dedos de mi vino del país durante la comida y luego me tumbé en un sillón con las piernas en alto. Tuve un sueño, pero yo me creía que era verdad, como todos los sueños. Llegué a aparcar mi bicicleta detrás de un kiosco en la Era. Allí estaba apoyado en el mostrador Pedro Sánchez, solo, hablaba con el hombre del puesto. Parecía que estaba triste, tenía problemas. Recuerdo sentir cómo pasaba mi cuerpo al lado de mi bicicleta mientras la aparcaba. No sé cómo me acerqué a él por su lado izquierdo y le besé en el cuello, en la mejilla, hasta llegar a su boca y él se giró para besarnos plenamente, unidos por nuestras bocas felizmente.

Este beso es mío, lo guardaré para siempre, le dije, y él me sonreía con su sonrisa más dulce. Pero también había algo de pudor en nuestras miradas.

Después estuve en otros sitios, una tienda, un sacapuntas, unas tijeras, y caminé por el Huerto Antas dirección a la Era. La gente venía enfrente, disfrazada, bailando, y yo también bailé cuando me abrí paso entre la gente. 

Dentro de mí guardaba el beso, ese beso tan maravilloso. Me acordaba de mi prima Paula, que iba a venir a verme, y a la que quería contárselo loca de contenta. Era mi secreto, mi gran secreto, mi milagro, y solo quería contárselo a ella. Porque a ella le gustan esas cosas, le hacen mucha ilusión. Pero mientras lo tenía guardado dentro de mí. 

Me desperté y me di cuenta de que tenía una cita, pero la anulé. 

Pedro y yo unidos por un beso. Un beso dulce, pleno, apasionado. Un beso de amor.

No hay comentarios: