y durante esta noche
por mi subconsciente
resonaban los ecos de la última conversación
a la misma vez que surgían,
encima de la mesa de noche,
tres piedrecillas negras, preciosas,
que yo quería alcanzar con mis manos,
o que yo estuve acariciando en ellas
pretendiéndolas dejar,
y por eso alargaba los brazos
y parecía que allí
se encontraba la solución
al despertar miré para la mesa
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