miércoles, 13 de marzo de 2019

Entremedio publiqué un relato



DEL RESENTIMIENTO TRÁGICO DE LA VIDA


En un programa de Radio 3 dedicado al cine, “El séptimo vicio”, comentaron la otra noche la nueva película de Amenábar, “Mientras dure la guerra”. Se estrenará en octubre, y me llamó la atención que estuviera dedicada a los últimos meses de vida de nuestro gran pensador Miguel de Unamuno. Desde su apoyo al golpe de estado y el estallido de nuestra Guerra Civil hasta el traslado del cuartel general del bando fascista a la ciudad de Salamanca y su muerte, la tarde del 31 de diciembre del 36, ocurrida bajo arresto domiciliario. Lo que más me impresionó fue escuchar un fragmento de su discurso pronunciado en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la que era rector, como respuesta a otros ya pronunciados en ese mismo acto. Se  inauguraba el curso académico, era 12 de octubre de 1936, y Unamuno, trágicamente arrepentido de su apoyo al alzamiento militar, inició su discurso con la famosa frase “Venceréis, pero no convenceréis”…A lo que fue replicado con brutales voces de “¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!”, arengadas por el general legionario Millán Astray.

Este 15 de febrero, en un acto organizado por Argaria, se presentó en Antas, en un rincón de la cafetería Leo, tan acogedor como un salón de casa, una breve obra escrita por María Jesús Orbegozo, “El éxodo de Málaga a Almería”. Qué encantador fue escuchar a su autora. Su sencillez y naturalidad nos cautivaron al instante, pero también fue doloroso darnos a conocer los entresijos de un hecho histórico tan cruento como silenciado, y a la misma vez tan desconocido para la mayoría, “la Desbandá”.
Un éxodo por la carretera de Málaga a Almería que se convirtió en una masacre y un genocidio.
Era la madrugada del 7 de febrero de 1937 cuando los habitantes de Málaga, milicianos y civiles, hombres, mujeres y niños, acorralados por las fuerzas franquistas huyen en “desbandá” hacia Almería, por la única carretera que hay, la única salida. Esperan refugiarse del fuego asesino, sin embargo, su huida se convirtió en una trampa mortal al ser bombardeados por mar y aire, y morir miles de ellos masacrados por el camino.
De esta manera, este éxodo “es la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos”. Así lo describió Norman Bethune, un doctor canadiense que socorrió y trasladó a los heridos de este crimen, junto con sus ayudantes y su innovadora unidad de transfusión de sangre.


Pero sin duda alguna, como afirma María Jesús Orbegozo en su prólogo:”Todos los éxodos son el mismo Éxodo”. Cuánta desolación y desconsuelo por doquier.

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