Vine por cuestiones burocráticas, pero ahora mismo estoy
desayunando en el parque de Huércal-Overa rodeada de gorriones, pavos reales,
palomas y gallinas. Se acercan a las mesas para ver si les cae algo.
Mi deseo es que se estrene la nueva película de Pedro Almodóvar,
“Madres paralelas”. Ya queda poquísimo, y la emoción me embarga. Después de
leer las críticas, y del premio recibido por Penélope Cruz en honor a su
interpretación, me siento desbordada por las ganas que tengo de verla.
Por qué será que todo lo que hace Almodóvar me enamora
tanto. Puedo volver a ver sus películas un montón de veces y nunca me cansan ni
me aburren. La última fue “Dolor y Gloria”. Pero también este verano en mi
encierro vi varias veces el corto en inglés “La voz humana”. Merece la pena vivir,
aunque solo sea por ver su cine.
Es impresionante la sensibilidad que muestra hacia el
mundo femenino. Llega hasta las entrañas de la mujer, y la comprende y admira
como ningún otro creador contemporáneo.
Para mí es un gran alivio que existan en este mundo
cruel personas como él. Un mundo donde el machismo recalcitrante está siempre
latente y presente, en cualquier rincón de la mesa.
No hace mucho, una mañana temprano, cayó una lluvia
torrencial que no duró ni media hora, y, sin embargo, la carretera que está lindando
a mi cortijada se quedó inundada. En los últimos años sucede esto con demasiada
frecuencia, pero no vemos a ningún poder público que ponga remedio a esta
situación.
Por la noche asistí a una conferencia sobre el Argar: Jóvenes
arqueólogos nos informaron sobre las conclusiones de las investigaciones
recientes que han realizado en el yacimiento prehistórico del Argar, y en otros
lugares cercanos relativos a la cultura argárica.
Me vino la idea de que, con la actual crisis
planetaria, nuestra civilización también desaparecería y luego vendrían otros a
analizar nuestras tumbas. Nos reímos cuando lo planteé allí en la Era,
tomándonos unas cervezas al aire libre hasta que empezaron a caer unas gotas y
la mayoría de la gente salió corriendo.
A mí, como en mi relato anterior, ya no me da miedo
mojarme, porque mi amor es de color naranja y lo veo cada día al atardecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario