Si me levantara temprano a escribir todo cambiaría, sin embargo lo hago cuando el sol ya brilla y empieza la rutina: preparar el café, asomarme a las higueras buscando higos maduros, desayunar (hasta aquí bien).
Luego se levanta mi hijo, se encuentra mal es lo primero que me dice, tengo que echarles de comer a las gallinas, fregar los platos, lavar vestidos a mano, poner lavadora, preparar comida, depilarme y también quiero hacer un bizcocho antes de que venga por la tarde una amiga.
Qué triste que mi hijo esté casi siempre mal y yo no sé qué hacer para curarlo, te hago una infusión, te rayo una manzana, hago un puré de zanahoria y calabaza, y él no quiere nada y se acuesta otra vez.
El otro hijo también me preocupa, siento que su pareja es bastante aprovechada y poco agradecida. Pero es bonita y simpática, y mi hijo ya no sabe pensar por sí mismo.
Cuál será la suerte de estos chiquillos, repetía mi madre antes de morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario