lunes, 28 de marzo de 2011

otro párrafo de "La dama del perrito"

"Cuando llegaron a Oreanda, se sentaron en un banco, no lejos de la iglesia, y se quedaron mirando el mar en silencio. Yalta apenas alcanzaba a verse a través de la bruma matinal, las cumbres de las montañas estaban cubiertas de nubes blancas e inmóviles. Las hojas estaban quietas en las ramas, se oía el chirrido de las cigarras; el ruido sordo y monótono del mar, que llegaba desde abajo, hablaba de sosiego, del sueño eterno que nos espera. Así era su rumor cuando ni Yalta ni Oreanda existían, así era ahora y así seguirá siendo, sordo y monótono, cuando nada quede de nosotros. En esa constancia, en esa total indiferencia a la vida y la muerte de cada hombre reside, quizá, la prueba de nuestra salvación eterna, del movimiento ininterrumpido de la vida sobre la tierra, de un perfeccionamiento constante. Sentado al lado de una mujer joven, que tan bella parecía a la luz del amanecer, con el ánimo sereno, anonadado por la visión de ese fastuoso panorama -el mar, las montañas, las nubes, el anchuroso cielo-, Gúrov reflexionaba que en realidad, si se para uno a pensarlo, todo es bello en este mundo, salvo lo que nosotros mismos discurrimos y hacemos cuando olvidamos los fines supremos de la existencia y nuestra dignidad humana."

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