Iba por el borde de una rambla, caminando
dentro de una finca de naranjos cercana. Mi intención era llegar a la cima de
un montículo, donde habitualmente me siento en postura de yoga e intento hacer
unas respiraciones profundas y conscientes, que me ayuden a meditar unos pocos minutos.
Pero cuando quise salir de la
finca, me di cuenta de que una valla metálica me impedía acceder al monte libre
y salvaje. Seguí caminando, sintiéndome presa en una tierra que considero mía,
al igual que de cualquier otra persona, en el sentido de que forma parte de nuestras
vidas.
No podía soportar que esto me sucediera,
y busqué una salida subiendo, entre pinchos y matojos secos, por una ladera del
monte. De repente miré al suelo y una culebra estirada se posaba en medio del camino.
Me puse a mirarla y observé las ondulaciones de su cuerpo alargado adaptándose
a la orografía del terreno. Qué bella estaba allí quieta sobre las piedras. Oscurecía
y al pasar le pisé sin querer la puntita de la cola. Inmediatamente se me revolvió
levantando la cabeza, mientras emitía un sonido espeluznante que salía de su
boca totalmente abierta. Lo repitió varias veces, hasta que retrocedí con los
pelos de punta, y desapareció tranquilamente entre las matas y rocas de una
orilla del camino.
Tras esta extraña experiencia, me
puse a escuchar sentada en un muro un vídeo que me enviaron el otro día. Se titula “13 consejos de Buda para cuando la
vida se tuerce”. A mí no me entusiasma demasiado el título, porque me parece
que los consejos sirven en cualquier momento, pero su contenido es tan bueno y
explicativo, que me propuse escucharlo cada día, y eso hice. He aquí un breve
resumen: “Las cosas son como son. Si crees que tienes un problema, tienes un
problema. El cambio comienza en ti mismo. No hay mayor aprendizaje que
equivocarse. Si algo no sucede como estaba previsto, significa que lo mejor
está por llegar. Aprecia el presente. Deja el deseo de lado. Comprende tus
miedos y sé agradecido. Experimenta alegría. Nunca te compares con nadie. No
eres una víctima. Todo cambia. Todo es posible.”
Con el alma ya calmada, regresé a
mi casa para cenar. Encendí la radio, y mi ánimo se exaltó al oír de pronto, en
el espacio “Videodrome” de Radio3, un programa dedicado a Marx y Engels,
titulado “Un sueño revolucionario”.
Comprendí entonces porqué cuando
yo tenía dieciséis años quería ser comunista. Y cómo luego mi asignatura
favorita era la filosofía del derecho. Para después querer ser budista o
taoísta. No importa. Mi religión es Dios y yo.
BeatrizTorres
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