Menos mal que justo una
semana antes de que se decretara el estado de alarma tuve la
oportunidad de ir al teatro. Actuaba Alberto San Juan con la Banda en
el Teatro Villa de Huércal-Overa. Representaban “Nueva York en un
poeta” de Federico García Lorca. Y no me lo pensé dos veces.
Esperé a que llegara mi
amigo de Alemania, lo recogí en la estación de Vera y después de descansar un
rato nos fuimos al teatro. Aparcamos en la nacional 340, y mi amigo salió corriendo hacia la taquilla para comprar las entradas. Pero no
había mucha gente, así que encontramos dos butacas en el centro de
la fila número 4, y gocé al máximo de la función.
Admiro mucho a Alberto.
Me he reído tanto con él en sus comedias. Ahora nos recitaba los
poemas de Federico, además del texto de una conferencia que dio en
Madrid a la vuelta de su viaje a América. Qué actualidad. Qué
drama social. Qué ruina económica y muerte. La muerte siempre
acechando. Paralizados. Asustados. Dominados.
También tuve la suerte
de darme un paseo, días antes de que empezara la primavera, por la
Rambla de Sopalmo. Como siempre la naturaleza tan generosa,
espléndida, dándonos retamas amarillas en flor por doquier,
perfumando el ambiente a su alrededor; los montes de Sierra Cabrera
repletos hasta su desembocadura en el mar.
Y para colmo de mi dicha,
en mi último día de trabajo, desayunando en una cafetería, una
compañera me dijo que podía prestarme “Manual para mujeres de la
limpieza” de Lucia Berlin. No me lo podía creer, era el libro que
andaba buscando, el siguiente que quería leer.
Leyendo noticias sobre
Pedro Almodóvar descubrí a esta autora norteamericana. Pedro se ha
decidido a rodar en inglés y su próxima película se basará en
relatos de ella. Una escritora que murió a principios de este siglo
y que se dio a conocer en 2015, cuando sus herederos publicaron
esta recopilación de sus mejores relatos bajo el título de uno de
ellos.
Es el libro que me está
acompañando en el confinamiento al que estamos sometidos. Cada día
leo algún relato. Relatos autobiográficos. Relatos auténticos que
reflejan una vida dura, difícil, arriesgada, pero que merece la
pena vivir aunque solo sea para contarla.
En medio de esta
pandemia, cuando todos nos miramos como sospechosos al cruzarnos por
el pasillo de un supermercado, la otra mañana pasé con el coche
delante de la casa de un vecino que al verme tomó en brazos a su
perrita, mientras la acariciaba. Yo le sonreí y él también me miró
sonriéndome. Fue maravilloso.
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