lunes, 2 de marzo de 2020

Ojalá que te vaya bonito





Empecé a leer "A sangre fría" de Truman Capote, después de que me la recomendara mi sobrino Diego. Veníamos en su coche por la autovía y durante el trayecto le conté los planes que tenía para cuando finalizara mi contrato temporal con la administración local.
Le dije que volvería a leerme todo Houellebecq, que lo convertiría en mi maestro para aprender a escribir una novela. Había tenido la suerte de conocerlo personalmente y haberme comunicado con él. Primero a través de una mirada intensa y radiante, además de inolvidable, que surgió al azar después de cruzarnos por un pasillo, al acabar el acto de la presentación en Antas de su poesía en una edición bilingüe. Hará de esto más de un lustro.
Luego me he relacionado con él por correo electrónico. Lo que más recuerdo es una pregunta que le hice sobre si el amor platónico era estúpido y me dijo que sí. Meses más tarde le escribí mandándole una reflexión a la que había llegado en carne propia, donde le confirmaba que el amor platónico sería estúpido pero era inofensivo. Es verdad, me contestó.
Diego ha leído "A sangre fría" tres veces, le encanta. Y a mí me fascinan las novelas que necesitas leerlas varias veces. Me ha pasado tanto con grandes novelas clásicas como con modernas. Debido a ese entusiasmo la busqué al día siguiente en la biblioteca de Antas y, oh dichosa de mí, la encontré.
Paquita, la bibliotecaria, me la prestó con sumo gusto. Ella sabe muy bien las veces que he leído "Rojo y Negro", cómo me engancho a una obra maestra. Y de esta manera tan absorbente sigo leyendo "A sangre fría", una novela impresionante.
Todavía me queda, llevo más de la mitad, pero aún no puedo comprender por qué sucedió ese crimen, qué les movió a Dick y a Perry a cometer semejantes atrocidades. Es una intuición intrigante la que mueve el hilo de esta maravillosa novela, que creo fervientemente que volveré a leer.
Con Raskolnikov, en "Crimen y Castigo", llegué a la conclusión de que mató para liberarse de la idea de matar, una idea que había concebido durante los últimos meses, y que como en todos los crímenes el castigo comienza en el mismo momento que finaliza la acción.
Si no hay perdón se producen escenas con sangre fría. Me ocurrió ayer cuando me despedía de mis compañeros cariñosamente y oí una voz que decía, "que te vaya bonito". Recordé al instante a Chavela Vargas, cantando esas palabras y me caló hondo, con cierto sabor amargo.
"Sí, que te vaya muy bonito".






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