Cuando sufría el dolor fácilmente se traslucía y cuando era feliz la felicidad que experimentaba se volvía contagiosa. Era incapaz de trazar con claridad una meta determinada y de mantener una continuidad en la acción que la llevara a coronar esa meta. Ninguna meta, por lo demás, era lo suficientemente apetecible o deseada como para que ella se comprometiera totalmente con esta. La expresión "lograr un fin", aplicada a algo personal, le parecía una trampa llena de mezquindad. A "lograr un fin" anteponía la palabra "vivir" y en raras ocasiones la palabra "felicidad".
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