recordé que cuando volví de mi pequeño paseo crepuscular no fui a cerrar la puerta del gallinero, obsesionada por la presentación de mis documentos en el registro electrónico general, que siguió sin funcionar hasta las 23,59 horas
mis gallinas podían morir si un zorro entraba a por ellas y yo las había olvidado por estar liada con los putos papeles
malditos papeles
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