jueves, 4 de febrero de 2021

TRES DE FEBRERO

Yo estaba doblando la ropa y mi hijo quitando la ceniza de la chimenea. Teníamos la ventana abierta del cuarto y me dijo, viene Tomás. Ah, hola Tomás. Me acerqué a la ventana y hablamos a través de la reja y de la mosquitera. Él llevaba la mascarilla puesta.

Tomás has sido toda la vida pastor de cabras y ahora, aunque esté jubilado y vendiera su rebaño, sigue cuidando a sus animales. Cantidad de gallinas y gallos, palomas y palomos, perros y perras, gatos y gatas, y también alguna cabra. No puede vivir sin salir al campo y darles de comer.

Él me enseñó a ponerle huevos para empollar a una gallina cuando se queda clueca. Como la mayoría de mis gallinas son de granja no es normal que se queden cluecas, solo ponen huevos. Pero unos vecinos marroquíes que tuve, cuando se fueron a vivir al pueblo, me regalaron sus gallinas. Solo vive una, pero esa, precisamente esa y únicamente esa, es la que se quedaba clueca y entonces Tomás me trajo un par de veces cinco huevos de su corral y así he criado pollitos. Pero en cada puesta solo me salían machos, salvo una hembra que se llama Bimba porque es muy andrógina y tiene el cuello pelado.

Cada noche Bimba con su madre adoptiva marroquí y su hermoso hermano gallo, el que hemos dejado vivir, duermen juntos en el palo del gallinero. El macho siempre el primero en un lado y junto a él su madre y su hermana. Ellas se turnan y una vez una está en medio y otra vez la otra. No he visto familia más unida. Cada día juntos.

La otras gallinas duermen haciendo pequeños grupos. Las marrones en un lado, las grises en otro.

Hablamos del tema, me preguntó, ¿no tienes ninguna clueca? Todavía no, le dije, quizás más adelante, en primavera. Sí, dijo, ya mismo.

También me preguntó por mi estado de salud, muy delicado últimamente, pero ya recuperándome. Se alegra de todo corazón, y añadió, quién está podando los olivos. Christian, le dije. Pues lo está haciendo muy bien, le quita lo justo que hay que quitarle.

¿Sabes, Tomás?, hoy he leído que después de los que pasan de ochenta años, van a vacunar a los de setenta en adelante. Ah, pues todavía me quedan unos años, dice. Yo hasta que no sea a mayores de sesenta no me tocará. Los cumplo el año que viene.

Pero no quedamos en que celebraríamos este año tu cumple con un choto, los cumples este año. Eso me hizo soltar una carcajada, pues me di cuenta de que todavía no había asimilado que habíamos empezado otro año. Está siendo tan desastroso que no he notado la diferencia. Jajaja...

Mi hijo se fue a seguir podando los olivos hasta que fui a llamarlo porque tenía psicoterapia online. Yo mientras hice un bizcocho maravilloso, con los huevos de mis gallinas y zumo de mis naranjas. Qué delicioso un trocito de bizcocho de cena con una tacita de leche de avena y una manzana de postre.

Cambié las sábanas de mi cama, me molestaba la franela con estas temperaturas primaverales y me duché. Cogí las tijeras. Tengo ganas de cortarme el pelo y estuve jugueteando con mi flequillo. Voy a ver a Charlie a ver qué me dice de mi pelo. Creo que necesita ya una intervención. Le llevaré una docena de huevos.

Me leí otro relato de Lucia Berlin, estuve bailando con La Casa Azul y ya en la cama volví al Tao. Creo que esa va a ser mi religión. La armonía entre los opuestos. No me interesa otra cosa. A pesar de que a veces me atrae mucho el budismo, al final hay tanto escrito sobre él que no llego al libro importante. Sin embargo el Tao es único. No hay nada como el Tao Te Ching de Lao Tsé.



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