lunes, 15 de febrero de 2021

Un día de san Valentín aparentemente sin gracia

Me levanté tarde, así que desayuné también tarde, estaba muy a gustito en la cama, como sin fuerzas,  me llamó la gata y le abrí la puerta del dormitorio, directamente se fue al alféizar de la ventana a mirar el paisaje, pues yo ya tenía la ventana abierta y qué dulce me resulta dormir con la luz del día

después se vino a la cama y estuvimos juntas ronroneando, le hice fotos y se las mandé a mi hijo, pero las ganas de comer ya me pusieron en pie, 

desayuné mi desayuno preferido: café muy aguado con tostadas de queso fresco de cabra y aguacate, y puse radio clásica 

la mañana fue muy corta y se pasó muy rápida, pero qué hago hoy de especial, me preguntaba, 

me acerqué a un viejo rosal de rosas rosas perfumadas, tenía tres, e hice tres fotos, primero de dos capullos, que parecían que formaban una pareja, luego de las tres, y por último una de la única rosa más abierta y solitaria 

entre lavadoras y platos llegó el momento de la comida, pasadas las tres, y comimos en la mesa del taller ensalada y salmón a la plancha 

y ahora qué, adónde vamos 

mi compañero y yo nos fuimos a caminar, y sobre la marcha decidimos subir la escarpada montaña que llega hasta la vereda que va por encima de la rambla salvaje y abrupta, 

llegamos a mi silloncito, es decir, a unas piedras que lo conforman, y el sol todavía estaba alto, 

sabes lo que quiero? le digo, me gustaría tumbarme sobre la tierra al sol 

al lado de lo que yo llamo mi silloncito, desde el que se divisa la sierra de Bédar, el cabezo María y el mar, había unas matas de esparto entre otras hierbas y algún pincho 

mi compañero las aplasta y se tumba, me dice, ven aquí, me tumbo a su lado apoyando mi cabeza sobre su pecho 

permanecimos en silencio hasta la puesta de sol 

me hubiera gustado morirme 

No hay comentarios: